...al ver que muchos aquí al expresar ejemplos o argumentos, se encuentran en la necesidad de que el hombre debe hacer algo, proyectarse hacia adelante, tener metas y alcanzar objetivos; naturalmente ésto pasa más en occidente que en el oriente, pues se tiende a fragmentar la realidad en conceptos, en formas de pensar, y más que nada en miedo o necesidad: como si no les quedara tiempo y tuvieran que lograr algo para sentirse alguien olvidando que lo que construyen es una rueda inacabada de interminable insatisfacción - dicho de otra forma: placeres y alegrías que seden la tristeza de no ver felicidad.
Fragmento:
"No hay nada que buscar, ni nada en que depositar la esperanza, sino la nada y el vacío pues son el primer principio de todas las cosas".
O sea, la nada y el vacío serían ese principio que ha de rehuirse. Citas con un sentido similar podrían multiplicarse. En este caso, la cita proviene del artículo sobre Spinoza, y tiene una intención que se repite a lo largo del Dictionnaire, pues la ecuación quietismo = doctrinas orientales Bayle la hace extensiva al espinosismo. Dicho en términos más modernos, la ecuación completa sería la siguiente:
Nihilismo = Quietismo = Espionismo
En efecto, el espinosismo es otro de los fantasmas a batir. Bayle, al igual que otros filósofos modernos, entiende que Spinoza –a pesar de su racionalismo, o justamente por la exasperación del racionalismo– destruye todo fundamento. Pues un fundamento es algo que funda algo otro. La filosofía de Spinoza acaba con esta distinción, entre el fundamento y lo fundado. Tal sería el deslizamiento hacia el panteísmo. También a su modo el quietismo y las doctrinas orientales tienden al panteísmo, a la anulación de la distinción entre lo inmanente y lo trascendente. Por eso, el círculo se cierra, y a falta de un fundamento diferenciado, el panteísmo puede ser homologado con el nihilismo. El Dios-todo se confunde con la Nada. Lo Absoluto es Todo, es Dios y es Nada.
El Dictionnaire de Bayle es un buen testimonio de ese clima de inquietud, de lo que hemos llamado "crisis de la conciencia europea" en este tránsito del XVII al XVIII. La inquietud la podemos llamar "horror a la nada", una especie de nuevo "horror vacui". O también la podemos interpretar en los términos del principio: un "complejo nihilista de Occidente" que viene a reforzarse mediante el contacto con Oriente.
Horror vacui
A propósito del horror vacui, es interesante constatar la transformación del significado de esta expresión en la coyuntura que nos ocupa. En la Antigüedad, en la Edad Media, fue doctrina aceptada considerar que el vacío era un elemento inexistente en la configuración del cosmos. Por razones físicas y metafísicas, se consideraba imposible el vacío. La idea del horror vacui era un principio de aplicación general. Con la revolución científica, especialmente con Torricelli, Pascal, Guericke y Newton, y a pesar de la oposición de los principales filósofos del siglo XVII (Descartes, Hobbes, Spinoza, Leibniz), la física acaba aceptando el vacío y arrincona el viejo principio del horror vacui.
Especialmente con Newton el vacío deviene un componente básico del cosmos. Esto ocurre a finales del siglo XVII y la victoria definitiva del newtonismo frente a sus oponentes se producirá a mediados del siglo XVIII. Pero esta victoria del vacío queda circunscrita a la vertiente física y cosmológica. La aversión al vacío seguirá vigente en otros aspectos. Por eso puede hablarse de la pervivencia del principio del horror vacui como metáfora aplicable a la descripción de esos horrores al nihilismo. Es significativo, por ejemplo, cómo las dos elaboraciones modernas más significativas a propósito de la constitución del sujeto –la elaboración de Descartes, el sujeto pensante; la elaboración de Hume, el sujeto práctico–, a pesar de sus diferencias coincidan en considerar un sujeto pleno, un sujeto en el que el vacío está excluido.
A partir de ahí, de Descartes y de Hume, el horror vacui sería el horror al vacío anímico, a la disolución del sujeto, el horror a la pérdida del nuevo fundamento conquistado por la conciencia moderna. En esta clave podrían interpretarse las inquietudes de la filosofía moderna ante el quietismo y las doctrinas orientales. Éstos parecen propugnar el vacío del sujeto, colocan la nada y el vacío como "el primer principio de todas las cosas" (que decía Bayle a propósito de Buda), un principio que de hecho es lo más contrario a un fundamento.
Así pues, en la misma etapa que Occidente expresa sus temores a Oriente a través de su complejo nihilista, se consolida este contraste que acabamos de describir: el contraste entre la aceptación del vacío en la física y su negación en los restantes ámbitos. El horror vacui seguirá siendo una metáfora válida para expresar la aversión a la falta de fundamentos, a pesar de que la física lo haya desmentido.
Todo eso define lo que puede llamarse el "moderno horror vacui", un horror que ya no es aplicable al ámbito de la física y de la cosmología pero sí a los restantes ámbitos. De hecho, el período que hemos analizado (el tránsito del siglo XVII al XVIII) puede verse como compendio de los momentos fundacionales de este moderno horror vacui.
En él se dan las bases de lo que serán dos rasgos del complejo nihilista: por una parte, el rechazo de los "desvaríos" místicos (lo que los ilustrados llamarán "melancolía religiosa"); por otra, la actitud de crítica o de ignorancia hacia las filosofías orientales.
Esta lectura crítica de las filosofías orientales es justamente una constante del pensamiento occidental en los siglos XVIII y XIX, hasta hoy mismo. Y esta crítica está directamente emparentada con la preocupación acerca del nihilismo: los casos Schopenhauer y Nietzsche son ilustrativos de esta derivación.
Nuestra intención ha sido remontarse a los orígenes de esta derivación, cuando incluso los términos "nihilismo" o "panteísmo" no son de uso común, pero ya se adivinan los contenidos que cuajarán en esas denominaciones.
Una última conclusión a que se invita a partir de la presente exposición es ésta. Cuando se toma por dado que el nihilismo es un peligro a rechazar, se hace a partir de unas premisas euro céntricas, se hace admitiendo los parámetros habituales, esto es, que toda pérdida de confianza en verdades absolutas o en seguros fundamentos conduce al despreciable nihilismo. El acercamiento a Oriente debería servir para relativizar estos parámetros, para entender que no son universales.