Saludos a todos.
Como sabéis, he abandonado en general mis actividades aquí, en Sofos Ágora. Ello se debe al anonimato generalizado bajo seudónimo que aquí impera. Y ese anonimato, bien lo sabemos desde hace tiempo, genera superficialidad, ambigüedad hipócrita y mal ambiente plagado de ataques personales mutuos. Tal situación tiene salida, claro está; abandonar la sucia práctica del seudónimo encubridor y presentarse siempre con remisión al nombre verdadero, sin perjuicio de usar habitualmente un sobrenombre.
Poner la carne en el asador para un foro de filosofía donde sus participantes se ocultan bajo seudónimo sin autentificar es, sencillamente, perder el tiempo. Porque lo que diferencia a un filósofo malo de uno bueno, a fin de cuentas, es que el mal filósofo no resuelve los grandes problemas (pues no tiene intención de hacerse perfecto) mientras que el buen filósofo sí que plantea correctamente los grandes problemas, los analiza y, aunque sea a muy largo plazo, los resuelve. Ya que el buen filósofo tiene intención de hacerse perfecto: esto es, de conseguir la perfecta felicidad. Quiero codearme con buenos filósofos, como yo.
- ¿Y la modestia, la humildad, no ocupa un lugar en tu ética?
- No, padre. La modestia o humildad es, en realidad, un contravalor. Esto es muy fácil de demostrar. Entre un filósofo que, modesta y humildemente, afirma ser muy ignorante y no hacer cosas de gran provecho, y que realmente es así, y otro que afirma hacer las cosas muy bien y saber cada vez mejor lo que importa, pidiendo que le reconozcan su gran valía (y que lo critiquen, caso de ser necesario) cualquier filósofo con dos dedos de frente se queda con el segundo, con el gran filósofo orgulloso de serlo. Observa lo que hace su colega, comprueba que es en general muy bueno, lo aplaude y, cuando haya algo que criticar, lo critica; cosa bien encajada por su colega, ya que es eso: un gran filósofo.
A los gallegos, hablemos gallego o castellano, nos suelen acusar de ambigüedad calculada, según la célebre frase de que cuando un gallego va por una escalera, no se sabe si sube o si baja. ¡A otro perro con ese hueso! Mi lema es la claridad: llamar al pan, pan, y al vino, vino. En este sentido me conocéis bien.
Como aquí todo está muy claro, pues, lo que vale en el foro Sofos Ágora es atraer a alguno de quienes van sin ocultarse bajo seudónimo, o de quienes están dispuestos a salir del armario y revelar sus nombres verdaderos, y con ellos iniciar y proseguir el diálogo filosófico en serio. Es lo que hago, más actividades técnicas complementarias, como la elaboración (en gallego y en castellano) de un grueso manual general de introducción a la filosofía oriental.
La apertura de este nuevo hilo de discusión, Lo bueno de., responde a esa misma intención: promover la excelencia, el buen trato mutuo y la claridad sin ambigüedad hipócrita.
Es común, especialmente por culpa de la necia práctica del seudónimo encubridor, condenar en bloque todo lo que haga y piense el interlocutor (y al interlocutor mismo) según constantemente veis aquí en los hilos de discusión sobre política, economía, metafísica, ética o teología.
Por eso abro este nuevo hilo: para promover (y mejor sin seudónimo oprobioso, con el nombre real y claro como el agua limpia) que quienes estáis aquí abráis entradas a este hilo reconociendo lo bueno de otros filósofos, especialmente de este mismo foro internético Sofos Ágora; especialmente si no os caen bien, especialmente si estáis muy en desacuerdo generalmente con ellos.
En ética, la principal y casi única manera de ser eficaz es dar buen ejemplo.
Así que daré ejemplo en este mismo mensaje inaugural.
Voy a reconocer lo bueno de Jbell.
Sabéis que no comulgo ni poco ni mucho con el grueso de su mensaje, que considero mera apología del más vulgar y desconsiderado capitalismo, el cual condena a la inmensa mayoría a la precariedad permanente. Como algunos ya sabéis, soy un comunista libertario individualista; un revolucionario de derechas. Propongo un orden social, político y económico en el que el individuo libre predomine sobre la sociedad y en el que todos seamos, a la vez, muy ricos; lo cual implica reducir drásticamente la población hasta estabilizarla en pocos millones, más una democracia de verdad como poder efectivo del pueblo, corriendo definitivamente a pedradas a los jueces y abogados, aboliendo la pena de muerte, la tortura, la guerra, el préstamo por interés, el dinero, el trabajo asalariado y el Estado. Y viviendo en equilibrio ecológico con nuestro planeta.
Pero no por ello afirmo que Jbell es un cerdo y que hay que colgarlo por los testiculos. Predico con el ejemplo; bien lo sabéis. Jbell merece un excelente trato, igual que cualquier otro filósofo con el que me relacione. Y lo tiene, claro está.
Ese buen trato se concreta en reconocer lo bueno de sus teorías. Sería absurdo negar que Jbell, o aquí también el muy demonizado Cell, por ser nazi y antisemita (antijudío) tienen cosas verdaderas, valiosas y aprovechables. Las tienen, sí; y hay que reconocérselas.
¿Qué tiene de bueno el mensaje general de Jbell? Esencialmente, su reivindicación del interés propio, a lo cual llamo, sin tapujos ni disimulos, egoísmo, como ya hacía mi maestra en cuestiones éticas, Ayn Rand.
Y para ejemplificar lo válido de esa reivindicación del interés propio, del egoísmo (palabra ésta, egoísmo, no aprobada por Jbell) utilizaré el propio sistema operativo que estoy usando para escribir este mensaje, Linux, con su procesador de textos típico para Linux, Kword.
Linux, como sistema operativo para escritorio de ordenador personal (sin olvidar su inmenso predominio en otras áreas de la informática, como los grandes servidores de datos, o los superordenadores institucionales) es, en general, mediocre, pesado de instalar y, en consecuencia, poco frecuente como sistema operativo principal de un ordenador personal, para uso individual. En mi ordenador habitual uso Linux, mas también macOS y Windows, los cuales, sobre todo Windows, son sistemas operativos mucho mejor acabados y mucho más fáciles de instalar y usar que Linux.
Linux tiene muchas versiones. Pero esos cientos o miles de versiones para Linux presentan, casi siempre, dos serios problemas: tienen los mismos programas (muy pocos, comparando con la miríada de programas disponibles en Windows) y son versiones poco configurables.
La versión de Linux que uso aquí, ArtistX, superaba hace años ya el primer problema, pues venía cargada de programas instalados, sin necesidad de la difícil (y, a menudo, imposible) instalación posterior al primer arranque del sistema. Sin embargo, su entorno gráfico (que en Linux es mucho más que unos fondos de pantalla, pues condiciona seriamente el rendimiento y las posibilidades del sistema) estaba mal integrado, provocando ralentización y caídas del sistema. Dejé muy aparcado ArtistX, pues; a pesar de su prometedor comienzo.
Años después, me he enterado de que había una versión preinstalada ya en disco duro virtual. Así que, recientemente, he descargado la versión...
... ¡Y era imposible usarla! Eso ocurría porque, debido a la manía que en Linux hay de meter contraseñas a mansalva, aunque el sistema tenga un solo usuario y no haya información cuya divulgación sea peligrosa, el sistema pedía una contraseña; contraseña nada evidente, y que no era proporcionada en la descarga. Entonces me he fijado en el enlace original (la descarga la he efectuado desde una página secundaria de almacenamiento)... y el enlace original ya no existía. Situación, por desgracia, frecuente en Linux, incluso con buenas versiones y buenos programas. ¡Menos mal que ya había descargado la versión preinstalada, antes de que desapareciera también el enlace secundario para la descarga! En este caso, y conociendo como ya conozco la lógica linuxera, he ido al atajo típico, o sea buscar una chuleta o breve receta para entrar en Linux en estos casos cuya contraseña se desconoce. Pronto he encontrado una chuleta... que no funcionaba exactamente como su autor dice, pero que, dado mi conocimiento de Linux, me ha servido para solucionar el problema en segundos. Eso sí: metiendo álgebra y lógica matemática simbólica.
He podido, pues, entrar en ArtistX Linux, comprobando que esta versión de ArtistX, fundada en el entorno gráfico Gnome, ya no tiene bloqueos de memoria y es altamente configurable.
Es, por tanto, una excelente versión con la filosofía de que todo lo necesario para el montaje ya está incluido en la caja que contiene el mueble plegado que se va a montar; en inglés, out of the box. De todas maneras, hace falta un trabajo ímprobo de configuración, simplificación, automatización, racionalización, compatibilización, etcétera, cuyos detalles os ahorro aquí porque no es necesario enumerarlos. Me limitaré a algunos ejemplos pertinentes para lo que quiero decir.
Por ejemplo: el procesador de textos Kword que estoy usando ahora mismo es potente, versátil y con un buen manual de instrucciones. Sin embargo, hoy por hoy ese manual de instrucciones está disperso en muchos ficheros que hay que descargar internéticamente, de modo que he realizado el pesado trabajo de copiarlos a disco duro, arreglarlos para que fueran fácilmente legibles y, finalmente, unirlos todos en un solo fichero con unas doscientas páginas; un típico manual de usuario (en inglés) con formato estándar PDF.
Y, no obstante, de poco me sirve aquí ese manual de usuario... porque la versión de KWord en ArtistX es una versión recortada, con muy pocas funciones. En el mundo linuxero, hoy, recomiendan dejar KWord y pasar a la aplicación que es su sucesora, o sea Calligra Words... que, hasta hoy, carece de documentación. Además, técnicamente no es posible instalarla (o eso sería un intento muy largo, complejo y sin garantía de éxito) en ArtistX Linux.
El carácter chapucero, mal acabado y precario de Linux en el escritorio de un ordenador personal sigue siendo evidente.
Esto no es decir que ArtistX Linux, en esta instalación virtual, sea muy malo o mediocre. ¡Por el contrario, resulta excelente, una de las mejores versiones de Linux que he manejado en mi vida!
Todo esto, aunque no lo parezca, nos acerca a la alegación de Jbell. Daré un ejemplo ilustrativo.
A mí, en cualquier sistema operativo, lo que me resulta más cómodo es tener a la vista inicial, en el escritorio, con fondo en color liso de buen contraste (color blanco, si puede ser) todas las aplicaciones de uso frecuente, cada una con su icono y su nombre. En el caso de ArtistX, un repaso inicial de su montón de aplicaciones instaladas me permitió hacer un descarte preliminar de las que no funcionaban bien o no me interesaban. A continuación, quedó una veintena de aplicaciones, accesibles y activables desde el escritorio a golpe de ratón (o de teclado).
Entre ellas se encuentra el editor de textos gedit.
Lo importante de este editor de textos es que permite hacer copia continua de lo que se va escribiendo. Por eso lo he seleccionado como aplicación preferente. Mas presentaba un serio problema: el color de fondo casi no permitía leer las letras que escribía; escaso contraste entre color de fondo y color de primer plano. Los temas, o combinaciones de color que ofrecía el programa, no solucionaban el problema.
Y no era posible, desde el propio programa, cambiar la configuración de colores. Tras unos cuantos tanteos, tuve que ir a una página linuxera a la que me remitieron otros linuxeros con el mismo problema que yo. Esa página permitía utilizar un sencillo editor de temas en la nube (sin descarga del programa a disco duro) para gedit; de manera que, tras unas pocas pruebas, logré un buen contraste del texto con el fondo (texto en color negro puro sobre fondo en color blanco puro) más una posición bien visible del cursor y una buena visibilidad para los bloques seleccionados de texto. Entonces he grabado el tema a mi disco duro, lo he aplicado a gedit, y problema resuelto.
Sin embargo, procesadores de texto anteriores a Windows (hacia el año 1991, por tanto) como WordPerfect 5.1 y WordPerfect 6.0 ya permitían hacerlo rápidamente, o sea ajustar los colores de fondo y de primer plano, sin salir del propio procesador de textos. ¡Y la versión de gedit que utilizo en ArtistX Linux es del año 2010!
O sea: que, tras veinte años, Linux sigue siendo, en esto, inferior a lo que ya era MicroSoft Disk Operating System (MS-DOS) con los desarrolladores de WordPerfect, hoy la empresa canadiense Corel.
Esto no ocurre por alguna razón misteriosamente científica. Veamos por qué pasa esto, en realidad; y por qué todo esto nos acerca a la tesis sostenida por Jbell.
Es bien sabido que, como truco de lanzamiento, la empresa Microsoft lanzó terribles advertencias contra el que osara copiar, sin pagar, los disquetes de MS-DOS (y luego de Windows 3.11)... sin tomar ninguna medida informática ni jurídica contra los piratas, así convertidos en entusiastas y baratos evangelistas de la empresa. Hoy, quien quiera utilizar los programas de esa época para MS-DOS puede hacerlo fácilmente con sistemas operativos similares pero gratuitos, como FreeDOS, que también conozco y uso.
En cambio, las versiones de WordPerfect para MS-DOS sí que tenían intención lucrativa; y la empresa fabricante dificultaba su copia. De hecho, se forró vendiendo estas versiones. WordPerfect fue el procesador de textos predominante en los últimos años de MS-DOS y los primeros años de Windows; con Windows 98, este programa fue sobrepasado por su rival Word, fabricado por Microsoft también.
Y fue eso, el mucho dinero que ganaron, lo que permitió a los creadores y comercializadores de WordPerfect darle su célebre buen acabado. Corel sigue lanzando nuevas versiones de WordPerfect.
En cambio, los desarrolladores, programadores y evangelistas de Linux, kWord, gedit, etcétera, no veían un euro en general; aunque eso está cambiando.
Por eso, y no por abstrusas razones tecnocientíficas, sus productos eran y son (con algunas excepciones) tan parcos en número y en prestaciones, tan toscos, tan incómodos de usar. Tan chapuceros.
Porque estos filántropos, a pesar de su altruismo, se cansaban de trabajar gratis. ¡Claro!
Es sintomática la relación de Corel con Linux y con macOS. Corel llegó a producir toda una versión de Linux (que incluía a WordPerfect gratuitamente) y a regalarla. Esa versión estaba poco depurada y tenía continuos fallos, igual que las versiones gratuitas de WordPerfect para Linux que, hoy, cualquiera puede descargar e intentar utilizar. Corel no se esmeró en esto porque, pronto, vio que no había en Linux un gran mercado para sus productos.
Con macOS la cosa es muy diferente. Al ser el Mac el ordenador clásico para arte digital y diseño gráfico, los productos para arte gráfico elaborados por Corel sí que tenían mercado entre usuarios de Mac, aunque harto inferior al gran mercado, el mercado de Windows.
Por eso la versión gratuita de WordPerfect para macOS que lanzó y ofreció Corel como gancho comercial introductorio sí que es, esta vez, fácil de instalar y estable. Está mejor depurada que las versiones gratuitas para Linux y, además, ocurre que macOS es mucho más estable y cómodo de usar que las versiones de Linux en ordenador personal. Con todo, un Mac actual requerirá en general una instalación virtual de un macOS ya obsoleto, si se quiere usar esta versión gratuita de WordPerfect.
De hecho, os voy a contar un pequeño secreto a voces.
Prolifera la piratería de Word, de WordPerfect y, sobre todo, de Photoshop.
Pues tengo y utilizo potentes versiones completas de estos tres célebres programas, versiones totalmente gratuitas y utilizables sin necesidad de conexión internética. Porque, claro, estas versiones han sido ofrecidas desde las páginas internéticas oficiales de estas tres grandes empresas, incluida la empresa Adobe, fabricante del celebérrimo programa para tratamiento de fotos y dibujos llamado Photoshop.
Y es que, como diría Jbell, más da el duro que el desnudo.
Linux tiene ventajas sobre Windows y sobre macOS, claro que sí. Este hilo se titula Lo bueno de. y, en congruencia con ello, reconozco sin ambages lo bueno de Linux. No soy sectario; y eso, junto a otras cualidades mías, es lo que me va dando prestigio en filosofía. Reitero que ser humilde y modesto no es una virtud, sino un vicio.
Una de esas ventajas es la facilidad para escribir en esperanto. Ya que el linuxismo y el esperantismo son dos ideologias con importantes puntos comunes, hay muchos linuxistas esperantistas, lo cual se traduce en un excelente soporte para escribir en esperanto con versiones modernas de Linux. Claro que hay utilidades para hacerlo en Windows y en macOS, mas el caso es que en ArtistX Linux (desde el año 2013) puedo hacerlo de manera nativa, con las combinaciones preinstaladas en el teclado. En un par de signos, concretamente los signos ŭŬ, la combinación de teclas correspondiente es larga y pesada, pero es un caso puntual y, además, puedo habilitar una función específica para escribir en esperanto sus doce letras con acento circunflejo, o sea ĉĈ ĝĜ ĥĤ ĵĴ ŝŜ ŭŬ, simplemente combinando la tecla AltGr con la letra básica correspondiente (es decir, sin acento circunflejo).
Así que, ahora mismo, voy a reconocerle validez a un importante aserto de Jbell; primero con una típica frase didáctica para aprender esperanto, y luego con la expresión que usa, en castellano original, el propio Jbell.
Afero ĉies, peno nenies.
Asunto de todos, esfuerzo de nadie.
O como dice el propio Jbell.
Lo que es de todos no es de nadie.
Eso no niega completamente la validez de lo que se hace por solidaridad, empatía, altruismo, etcétera, sin esperanza directa de beneficio económico. Si fuera así, no podría estar escribiendo este mismo mensaje con los medios informáticos gratuitos que estoy usando.
Mas, que tienen una calidad evidentemente superior los medios equivalentes de escritura que se han producido por interés económico, ¡seguro! Os lo dice alguien que escribe con ilusión, a troche y moche, utilizando muchos procesadores de texto diferentes y varios sistemas operativos.
Jbell, pues, lleva una buena parte de razón.
Este hilo va en la sección Historia de la filosofía y autores. Corresponde a tal sección, ¿no?