Elogio de la escritura permanente.

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Alexandre Xavier
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Elogio de la escritura permanente.

Mensaje por Alexandre Xavier »

Elogio de la escritura permanente.

Saludos a todos.
Un clásico dicho en latín es "Verba volant, scripta manent.". Lo cual en castellano equivale a "Las palabras vuelan, los escritos permanecen.".
Como algunos sabéis en el foro Sofos Ágora, he mendigado un ordenador portátil para ponerle Windows XP en modo real. Pero por potencia y compatibilidad con la inmensa colección de programas que hay para Windows, finalmente he preferido comprar un ordenador portátil nuevo.
Y aquí surge la primera dificultad, una dificultad importante para los que escribimos mucho y con frecuencia.
Una dificultad que no existía en los viejos y toscos tiempos en que se inventó la escritura, tantas veces atribuida míticamente a un regalo de los dioses y, en realidad, obra de hábiles lingüistas de la época más o menos divinamente inspirados.
Porque cuando se escribía con tinta sobre una hoja de árbol, un pergamino, un papiro o un papel, cuando se grababa con punzón en una tableta de arcilla luego cocida y endurecida al fuego, cuando se obtenían copias impresas en papel de un original previamente grabado en reflejo de espejo sobre arcilla, yeso, piedra, plomo, cobre, estaño o bronce (la "imprenta" o "fotocopiadora" de la época)... lo escrito aparecía inmediatamente en la superficie que usaba el escriba, no se destruía al poco tiempo y quedaba accesible a los escasos alfabetizados que, en la época, sabían leer y escribir.
Hoy, el viejo lema latino queda en buena parte obsoleto, por la posibilidad y la realidad de grabar y conservar fácilmente lo que se dice de viva voz. Mas persiste el hecho de la gran comodidad de la palabra escrita para manejar, leer, interpretar y recrear ideas de todo tipo. La escritura sigue siendo un recurso fundamental, sin olvidar que la lengua es un fenómeno esencialmente oral, y que su representación escrita depende siempre de que haya hablantes.
Pero entonces se da un inesperado empeoramiento de la situación. No siempre lo bueno es mejor que lo viejo.
Veamos. Los ordenadores son excelentes aparatos para escribir con rapidez, comodidad y baratura. Sin embargo, en caso de fallo del sistema hay riesgo de perder gran cantidad de información valiosa y recién creada... como si el escriba egipcio o indio de nuestro ejemplo viera borrados ante sus propios ojos, en segundos, los renglones que acababa de escribir; como si el escriba hubiera utilizado tinta simpática. La tinta simpática es un viejo procedimiento de criptografía; la tinta simpática se hace invisible al secarse, mas el escrito así ocultado se podía leer nuevamente calentando el papel, sin llegar a hacerlo arder, claro está; porque la tinta, recalentada, pasaba de ser incolora e invisible a ser de nuevo coloreada y por consiguiente legible.
Hay, naturalmente, programas para hacer copia de seguridad periódica de lo que se escribe. Pero suelen estar mal diseñados, y específicamente ocurre que no suelen cubrir la importante necesidad de conservar íntegro el contenido de la última sesión en la que se escribió.
Lo que ocurre es que estos procesadores de textos hacen copia automática de la última sesión de escritura, si así se configuran tales procesadores de textos. La hacen, sí, mas esa copia se borra si se sale normalmente del programa. Y si se sale anormalmente, por fallo humano, error del sistema, caída súbita de la corriente eléctrica que mantiene encendido al ordenador, etcétera, en teoría se mantiene la copia de seguridad... o no, que de hecho hay muchos fallos.
La verdadera solución sería añadir a estos procesadores de textos una función que permitiese hacer continuamente una copia de seguridad del escrito que se está redactando, y conservando esa copia incluso en caso de que el usuario salga normalmente del programa. O sea, que en ese caso el usuario tuviese que borrar a mano, expresamente, ese fichero de seguridad, si lo quiere borrar. Con la enorme capacidad actual de los discos duros, esa nueva función es muy recomendable, y totalmente gratuita.
Algunos procesadores de textos y editores de textos empiezan a incorporar esta función, aunque incipiente y toscamente. Sin duda que mejorarán notablemente en el futuro estos programas para escribir textos, en tal sentido.
Mientras tanto, los bibliólatras (etimológicamente: adoradores de los libros, no solamente de la Biblia), los ratones de biblioteca, los grafómanos y demás fanáticos y enamorados de la escritura y la lectura, necesitamos algún procedimiento que nos evite el penoso trance de perder en segundos, y para siempre, lo que inspiradamente acabamos de crear. Linux, un sistema operativo que he instalado también en mi nuevo ordenador, como sistema operativo virtual (en su versión de LinuXP, bastante cómoda para un güindosero como yo) no soluciona el problema, dada su crónica escasez de programas para escritorio que sean realmente útiles. Y, además, suele padecer como sistema operativo virtual el "síndrome del teclado epiléptico"; o sea que el Linux virtual, al teclear una letra o una palabra, tiende a repetir un montón de veces esa letra o palabra sin que el usuario lo pida, entorpeciendo y enlenteciendo anormalmente el proceso de escritura.
Entonces en Windows, que es donde se solucionan estas cosas, sabemos que para cada problema grave y serio siempre acaba surgiendo una solución, quizás no muy publicitada, quizás no muy bien documentada... pero que existe, que es eficaz y que, casi siempre, es gratuita (o, si no es gratuita, es fácilmente pirateable). Aquí la solución procede del estudio de los sistemas de archivos y de cómo operan.
Los discos duros actuales, de enorme capacidad, permiten en teoría recuperar ficheros accidentalmente borrados, de ahí la clásica papelera de reciclaje de Windows. Mas cuando un procesador de textos borra su propia copia de seguridad, no la manda a la papelera, sino que la deja totalmente invisible. Quizás esté ya totalmente destruida, o quizás en pocos segundos quede destruida, por los continuos procesos de escritura y reescritura en estos discos duros modernos de gran capacidad. E incluso si la copia de seguridad todavía existe y se consigue recuperarla, el rastreo puede ser muy lento y llevar varias horas de busca.
La verdadera solución, entonces, pasa por comprender cómo funcionan los sistemas de "borrado perezoso", esencialmente el sistema FAT más antiguo, FAT16, para discos duros antiguos de escasa capacidad; y, sobre todo, el sistema FAT estándar para disquetes cuadrados de nueve centímetros de lado (o tres pulgadas y media): el sistema FAT12. En inglés, FAT significa File Allocation Table, o sea Tabla de Ubicación de Archivos.
El "borrado perezoso" no elimina el fichero que borra. Simplemente le pone una marca de invisibilidad, que manualmente o de modo automático se elimina con los diversos programas que existen para recuperación de datos. Al quitar al fichero su marca de invisibilidad, el fichero reaparece con todo su contenido. Los ordenadores actuales, en el raro caso de que utilicen disquetes cuadrados o viejos discos duros de escasa capacidad, no realizan reescrituras continuas en ellos, a menos que haya un programa en curso que así lo haga necesariamente, porque esté manejando ese viejo disquete o viejo disco duro. El carácter lento, perezoso (también, afortunadamente, a la hora de borrar) y no integrado en el sistema actual de esos viejos sistemas de archivos lo impide, especialmente en el caso de FAT12, el sistema estándar de archivos para disquete cuadrado con nueve centímetros de lado.
Entonces, cuando uno es un güindosero con mentalidad linuxera, o sea un usuario de Windows al que le gusta controlar estrechamente el sistema operativo y el ordenador físico que utiliza, la solución pronto aparece.
Se trata, sencillamente, de crear un disquete virtual y de montarlo en el sistema operativo. Hay utilidades gratuitas para esto. El disquete virtual así creado es, de hecho, en Windows, un directorio con capacidad escasa y no ampliable, aproximadamente un megabaite y medio de capacidad, en cuyo seno se realizarán las operaciones de escritura, borrado, copia, formato, etcétera, del procesador de textos que estemos utilizando.
A continuación, bastará utilizar el procesador de textos con el que estemos cómodos, configurado con su típica copia de seguridad continua, y por supuesto que grabando manualmente cada pocos minutos todo lo que escribamos, y grabando manualmente también al salir. Nueve de cada diez veces, esta prudencia funcionará.
Pero, ¿qué hacer si por error humano de tecleado, fallo del programa, fallo del sistema operativo o fallo de la maquinaria, no se graba del modo habitual lo último que el usuario ha escrito?
Pues sencillamente ir al disquete virtual (o disco duro virtual, si bien es más seguro para estos casos un disquete virtual que un disco duro virtual) en el que se ha escrito durante la última sesión. En realidad, el borrado ha operado de modo similar al de la cómoda papelera de reciclaje de Windows, conservando de hecho el preciado fichero, sólo que no aparece de inmediato en el explorador de archivos, por su marca de borrado.
Y ese fichero no necesita largas búsquedas: está, con toda seguridad, en el disquete virtual, no en ninguna otra parte del disco duro moderno de inmensa capacidad que el usuario está utilizando. Y está protegido contra reescrituras continuas desde el resto del disco duro real, físico.
La recuperación puede hacerse de modo manual tecleando órdenes al sistema operativo, aunque es preferible utilizar un programa potente, cómodo, gratuito y manejado fácilmente con teclado y ratón, de entre los varios que hay.
Entonces, con cualquiera de esos programas, seleccionamos, como unidad de exploración en busca de archivos y materiales borrados que recuperar, precisamente el disquete virtual que acabamos de utilizar. Previamente debe cerrarse todo programa que pueda estar escribiendo en el disquete virtual.
Aparecerá una pequeña lista con los ficheros de seguridad creados y borrados durante la última sesión.
Por el nombre, la fecha y la hora, localizaremos el fichero que interesa. Adicionalmente, la función de visualización previa permitirá comprobar que ese fichero contiene el texto escrito en la última sesión. Hecha la comprobación, bastará grabar el fichero recuperado, siempre en un lugar diferente al contenedor previo, o sea en un lugar que no sea el propio disquete virtual, y abrir ese fichero recuperado con el procesador de textos que falló la última vez. Aparecerá, íntegro, el fichero de texto que se había perdido, y con todo su formato (negrita, cursiva, etcétera). En el raro caso de que no aparezca, es que hay un error de copia, así que volvemos al disquete virtual, le aplicamos de nuevo el programa para recuperación de ficheros e información, y tras dos o tres intentos, como mucho, ya está solucionado el percance, o sea en pocos segundos. Porque ahora dispondremos de una copia del fichero perdido, con toda la información que tenía cuando se terminó de escribir en la última sesión.
Si creamos un pequeño disco duro virtual, existe la improbable posibilidad de que una reescritura dañe o borre el fichero para copia de seguridad. Pero no si lo que creamos es un disquete virtual, porque en este caso su estructura y su funcionamiento emulan al viejo y obsoleto disquete físico cuadrado. En un disquete cuadrado, sea físico o virtual, las operaciones de copia, añadidura y borrado de ficheros siempre se realizan secuencialmente mientras haya espacio de sobra en el disquete. Eso quiere decir que un nuevo fichero (en la práctica, un nuevo fichero de texto creado expresamente en la última sesión de escritura o una nueva copia de seguridad) no va a sobreescribir ni dañar a los ficheros que ya haya, a menos que el espacio libre en el disquete baje ya del diez por ciento del total. Y estos ficheros de texto para cada sesión, en formatos cómodos y seguros claro está (no hablo de un formato tan inseguro para esto como el moderno formato DOCX) son tan pequeños que caben unos treinta en cada disquete, de modo que nunca se va a perder la información acumulada en la última sesión de trabajo. Al terminar cada sesión y hacer copia de seguridad más permanente del material producido, lógicamente se da formato completo al disquete virtual, cosa que tarda menos de medio minuto, y queda de nuevo libre todo el espacio del disquete virtual para una nueva sesión de trabajo. El minúsculo tamaño de estos disquetes virtuales permite, además, conservar muchos de estos disquetes a la vez, para diferentes utilizaciones; como copias de seguridad o mantenimiento de un historial de las versiones previas para el trabajo que se está realizando. El procedimiento sirve también para pintar, dibujar y conservar ficheros gráficos en clásicos formatos gráficos de alta seguridad, utilizando programas cómodos y estables que dibujan y pintan en el disquete virtual. Conduciendo "por la derecha en la Europa continental", como se dice cuando se recomienda ir a lo clásico y evitar innecesarios experimentos raros, esto no falla. El que es precavido con sus datos, rayando en la paranoia, no los pierde.
Hay otra manera de asegurar los datos, más sencilla de usar, si bien requiere soltura en la programación para usuario avanzado. Esta otra manera utiliza programas que permiten configurar la grabación automática periódica del trabajo en cada sesión, incluso si el procesador de textos (o el programa para pintura artística) no permite hacerlo en su propio menú de posibilidades. Estos programas graban directamente en el disco duro de trabajo, sin generar ficheros borrados que haya que recuperar, y permiten grabación continua a medida que se trabaja, incluso si el ordenador se apaga justo al terminar de escribir la última palabra de la sesión. La pega es que hay que manejar lenguaje de programación en nivel entre básico e intermedio, lo cual no está al alcance de cualquier usuario. Yo mismo, de todas maneras, utilizo también este procedimiento, muy práctico cuando el sistema no permite usar discos o disquetes virtuales y, además, carece de autonomía en caso de corte de corriente eléctrica, como en los ordenadores típicos de sobremesa. Una vez creado el pequeño fichero de texto que graba continuamente desde la aplicación que se utilice, todo es muy sencillo, porque basta lanzar el programa principal, luego el programa auxiliar de autograbación y, dentro de este último, cargar el fichero correspondiente a la autograbación para el programa principal (no todos los programas graban de la misma manera). Incluso se puede, adicionalmente, utilizar un programa para recuperar ficheros borrados, en este caso. Trabajar así es muy sencillo y seguro, más sencillo que con el procedimiento anterior... siempre y cuando se tengan ciertas habilidades básicas de programación. Teniéndolas, el usuario se libera de las estúpidas (y económicamente interesadas) limitaciones impuestas por los fabricantes de ordenadores y softuare.
He hecho pruebas de todo el procedimiento al escribir este mismo mensaje que inagura al hilo "Elogio de la escritura permanente". Y he utilizado fundamentalmente un viejo y excelente programa, muy propio de carcas esclarecidos o de revolucionarios de derecha como yo, revolucionarios de derechas en lo informático y fuera de lo informático: WordPerfect 5.1. Este programa no se cuelga, y para texto con formato básico (cursiva, subrayado, justificación de párrafo, gráficos incrustados entre párrafo y párrafo, etcétera) va fenomenal. Lo he usado un montón de años, y sigo con él, directamente si la máquina lo admite en modo directo; y si el ordenador y su sistema operativo no permiten usarlo directamente, lo uso con emuladores que permiten utilizarlo en modo virtual, con escritura real en el disco duro, por supuesto. Eso significa que lo que he escrito con ese programa sirve para el ordenador moderno que use, sin más que aplicar alguno de los numerosos conversores de formato que hay para el antiguo formato de texto propio de WordPerfect 5.1, hacia él o desde él. Hay programas para pintar y dibujar, como el clásico y antiguo PhotoFinish de la empresa Zsoft (que tiene versión en castellano al igual que WordPerfect 5.1) para trabajar con seguridad parecida en creación gráfica.
Y, además, todo el tiempo que se había invertido en aprender el uso de estos excelentes programas, no se pierde, pues con los programas de emulación y sistemas operativos virtuales, siempre estarán disponibles estos programas aparentemente caducos y desfasados. Que no están caducos ni desfasados, todo lo contrario. De ahí algo un poco raro que he hecho, incidentalmente, con mi nuevo ordenador portátil: una degradación (en inglés informático: downgrade, pronunciado daungréid) a Windows 7, aunque el ordenador venía con Windows 8 preinstalado y se recomendaba actualizar a Windows 10. Mas ocurre que Windows 8 y Windows 10 pierden compatibilidad para programas antiguos, además de que la ayuda de funcionamiento para el sistema operativo, en Windows 10, es nula o muy escasa sin conexión internética. Claro que se pueden descargar manuales electrónicos de Windows 10 o de Windows 8 en castellano, claro que se pueden preparar apaños y emuladores en Windows 8 o Windows 10 para los viejos y útiles programas... pero eso huele a conducir por la izquierda en la Europa continental. Y en cosas tan serias como los programas de uso habitual, y como conservar los datos que se van creando, es preferible ir por la derecha. Sin riesgos.
Y por eso he borrado las instalaciones de Windows 8 y Windows 10 (conservando, eso sí, unas copias de seguridad de ambos, y por tanto también la garantía de compra) instalando manualmente, desde cero, un Windows 7 en el disco duro ahora completamente vacío. Windows 8 y Windows 10 se pueden instalar fácilmente, como sistemas operativos virtuales adicionales, para alguna aplicación interesante que requiera a estos nuevos sistemas operativos, en mi opinión incómodos y mal acabados según la típica tradición de Windows, según la cual a una versión buena la sigue otra mala o mediocre y de nuevo una versión buena, en nuestro caso Windows 7. Me ha costado un poco, por la política mafiosa de los fabricantes de sistemas operativos y de componentes físicos, que dificulta o veta la instalación de los sistemas operativos preferidos por el usuario. Es muy difícil compartir Windows y Linux en modo no virtual (o sea, en modo físico directo) dentro de equipos nuevos, por ejemplo. En fin, me ha costado, mas lo he conseguido. Y he hecho copias de seguridad de toda la instalación de Windows 7, dentro y fuera del disco duro interno, por supuesto. He comprobado el funcionamiento de la copia de seguridad de la instalación, y de la copia de seguridad de los programas que se han instalado, por si hay que reinstalarlos en alguna ocasión. Con lo cual el trabajo se ha completado.
Casi todas las aplicaciones que uso, naturalmente, están en una instalación virtual de Windows XP. La cual no he creado de la nada, pues ya la tenía de equipos anteriores. Por lo demás, la instalación de los programas que inexcusablemente tenían que estar en el sistema operativo principal, Windows 7, tampoco la he hecho de la nada, desperdiciando tontamente el tiempo y el esfuerzo anteriores, sino por medio de sistemas de transferencia automatizados y semiautomatizados, que han importado datos y configuraciones de Windows XP y Windows 7 desde otros ordenadores y otras instalaciones. Me ha bastado realizar unos pocos ajustes finales al sistema lógico y físico nuevo. Aplico a rajatabla, en informática, la ley del vago, o ley del mínimo esfuerzo.
No soy yo el que debe adaptarse al ordenador portátil nuevo; es el ordenador nuevo el que debe adaptarse a mí. Y se ha adaptado, porque lo he adaptado a mí.
El mayor pufo, que demuestra una vez más que hay retrocesos en el aparente progreso... es que la batería solamente dura una hora y media, cuando en ordenadores portátiles mucho más antiguos llega a durar ¡cinco horas! Menos mal que la batería es extraíble, bien que me he preocupado de que lo fuera; y por eso la puedo cambiar fácilmente, si quiero, por otra que dure más.
Hemos vuelto, ahora de manera muy mejorada, a la situación del escriba que, pintando sobre piedra, grabando con punzón sobre un hueso ancho o de cualquier otro modo técnicamente disponible para la época, sabía que lo que acababa de escribir (o pintar y dibujar) iba a durar mucho tiempo, pudiendo hacer copias además.
Lo viejo, así, se reintegra en lo nuevo, pero no como mera copia, más bien como una espiral ascendente que sube, un tanto tortuosamente, por la montaña del conocimiento técnico y espiritual. Se pasa por donde se pasó antes, si bien en un nivel más lúcido, más elevado, más feliz.
Así actúa la revolución de derechas: partiendo de lo que hay, pero no para quedarse en lo mediocre e insatisfactorio, sino para progresar hasta lo perfecto y dichoso.
Y, bueno, he pegado un rollo considerable, mas es para abrir un diálogo y no para que os convirtáis en creyentes de mi sermón, adorándome.
Lo que he dicho encajaría también en otro hilo con tradición dentro del foro internético Sofos Ágora; el hilo "¿Qué ha sido de los disquetes?[/i]".

Este mensaje está escrito con Linux. Y en la versión de Linux que he utilizado, o sea LinuXP, el procesador de textos AbiWord ha sido el que me ha resultado útil y práctico.

Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo @ yahoo . es (trigrupo arroba yahoo punto es).
Última edición por Alexandre Xavier el 18 Jul 2016, 19:20, editado 1 vez en total.
Princesa Limón
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Re: Elogio de la escritura permanente.

Mensaje por Princesa Limón »

Última edición por Princesa Limón el 24 Jul 2016, 17:56, editado 1 vez en total.
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Alexandre Xavier
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Re: Elogio de la escritura permanente.

Mensaje por Alexandre Xavier »

Hola, Princesa Limón.
Veo en tu brevísima respuesta que me recomiendas lo que, según he ojeado someramente, es una típica página para venta de materiales informáticos de segunda mano.
Técnicamente no sirve para este caso, pues mi mensaje inaugural en el hilo habla, obviamente, de un ordenador recién comprado y en garantía de posventa.
Sin embargo, tu respuesta servirá como palanca para dar impulso al debate. Recordad que, aquí, las reflexiones tecnológicas son un medio nada más, y que el fin, obviamente, es comprender la realidad profunda de lo que nos rodea y de lo que somos.
Lo primero, naturalmente, está en la reiterativa pregunta que me hacen, implícita o explícitamente, en este foro internético de filosofía, en Sofos Ágora: Alexandre, ¿por qué escribes unos mensajes tan largos?
Pues porque con menos longitud es imposible comunicar bien lo que quiero decir.
Sí, ya sé que eso aleja de mí a la gran mayoría de los lectores.
Y entonces entra de nuevo la rotunda y trascendente situación de fondo permanente: la filosofía no depende de la opinión ni del mercado. Ni votantes, ni creyentes, ni compradores, son quiénes para convertir lo blanco en negro, la verdad en el error, el bien en el mal y la fealdad en la belleza.
Las filosofías e ideologías populares, o sea las religiones, los partidos políticos, las teorías oficiales u oficiosas que sustentan a los Estados o a las empresas lucrativas, etcétera, se caracterizan en general por su naturaleza ambigua, superficial, abusivamente simplificadora y cargada de contradicciones y falsedades, incluyendo con frecuencia la justificación o la disculpa del mal inadmisible.
La verdadera filosofía no puede aceptar nada de esto; y, desde luego, mi escuela filosófica, el arqueoindividualismo, no lo acepta. Incluso en un texto popular divulgativo del arqueoindividualismo, texto que con acierto ha sido comparado al nicheano "Así hablaba Zaratustra", o sea mi libro "El mundo de Supreniranto" (que es un libro de escuela, escrito por sugerencia de otros arqueoindividualistas como yo) se nota el desmarque con las filosofías e ideologías populares: el texto no resulta extremadamente corto, puesto que es un verdadero libro, hace afirmaciones fundamentales muy comprometidas y nada ambiguas (como su feroz ataque a la casta mafiosa de los abogados y jueces), entra en los grandes conflictos de la condición humana y, siempre, se niega a pactar con el mal, sean los casinos de ruletas, la prostitución o, sencillamente, una horda de jueces, fiscales y abogados. Se trata en todo el libro de un ascenso racional y sólido a la felicidad, relativa y absoluta. Y el ascenso real a la felicidad implica tiempo y espacio para reflexionar. No valen aquí los eslóganes demagógicos y simplificadores.
Así que no sueñes, Princesa Limón, con que en el futuro intente acortar sistemáticamente mis mensajes, porque no lo voy a hacer. No soy realmente un demócrata, aunque acepto la democracia como un mal menor que tendrá que ser utilizado durante largo tiempo. En materia de elevación espiritual (que, obviamente, es el camino a la felicidad verdadera) no se apela a la mayoría imbécil que carga con su propia insinceridad, rodando así de la muerte hacia la muerte, sino a la inmensa minoría que quiere comprender.
Esa inmensa minoría es la que nos interesa. Una inmensa minoría que no dejará de leer un texto muy largo si es muy profundo y válido.
Hay pues medios y fines. La fascinante Historia de la Escritura (bueno, fascinante para ratones de biblioteca y otras tribus que corren por la República de las Letras) ha cambiado y seguirá cambiando, siempre en pos de expresar bien las ideas, su verdad y su belleza, a través de las palabras puestas en representación gráfica sobre una superficie legible.
Soy grafólatra, o sea adorador de la escritura, y eso está fuera de duda. Ahora bien, un hombre religioso, si es inteligente, comprenderá para qué están los sacramentos. Y mi sacramento, aquí, es la escritura, obviamente acompañada por la lectura.
Los grafólatras, naturalmente, pensamos que la Verdad Suprema (o Dios) es un Libro Revelado. Un libro que el hombre santo lee y escribe a la vez. A través de sus propias palabras rectas, el iniciado se comprende, crea y redime a sí mismo, convirtiéndose finalmente en el Sumo Escritor y Autor de la Verdad, el Bien y la Belleza. Nuestra hostia bendita es el cincel del escriba sobre la piedra grabable... o el teclado del ordenador hacia el disco duro grabable, en este caso un disquete cuadrado como primera copia de seguridad.
En la liturgia católica, muchas pueden ser las formas, y muchos los materiales, del cáliz que contiene la hostia sagrada. Y en la liturgia grafólatra, o sea el gozoso leer unido al más gozoso escribir, muchos son los modos, los idiomas y los instrumentos de convertir la verdad en palabras y escrituras permanentes.
Por tanto: lo que importa, al final, son las Ideas Eternas reconocidas tras el largo trabajo con las palabras y las lenguas de la verdad.
Los grafólatras no somos idólatras. No nos apegamos a esta lengua, a esa ortografía o a aquella máquina de escribir. A través de estas formas, sin detenernos demasiado en ellas, llegaremos frescos y joviales a la Verdad de la Palabra; que es el Reino de los Cielos, Nirvana o dichoso Edén sin pesar.
Entonces: este mensaje lo estoy escribiendo en una típica localidad playera turística del Reino de Valencia (en valenciano: Regne de València), o sea Benidorm, en una habitación dentro de la cual dispongo de un ordenador compatible de enésima mano, que admite a duras penas un Windows XP metido con grandes trabajos, con una memoria de trabajo que causa irrisión, y que si se salva, se salva por permitir meter y sacar información del aparato por discos duros externos (o por los viejos disquetes cuadrados).
¿Y qué? ¿Acaso no funciona aquí el procesador de textos? ¿Acaso falla la copia de seguridad? ¿Acaso mi mensaje no se transmite internéticamente con rapidez? Para escribir desde aquí unas cuantas horas al año, no necesito más. Y los ladrones no codiciarán mi aparato. Y no haré el caldo gordo a los magnates informáticos de la obsolescencia planificada, enriqueciéndolos todavía más al comprar un ordenador nuevo.
Para leer y escribir, para hablar con cordura y escuchar con atención, que son las formas de meditar típicas del grafólatra, tengo lo que necesito. Los árboles no me impedirán ver el bosque, puesto que el bosque son los mismos árboles... vistos en perspectiva, a lo lejos y también paseando por el propio bosque.
Invoco pues a los jeroglíficos egipcios, a los glifos mayas, al alifato árabe, a la literatura de los dioses que, en sánscrito, nos hablan imponentes y eternos desde la literatura india. Invoco a los biólogos de la inmortalidad científica moderna, modernos y esclarecidos chamanes. Las palabras de todos estos, y de muchos otros, son palabras de verdad. Las leo y las escucho.
A través de mis lecturas, escalaré y volaré hasta el Nivel Supremo de la Realidad. Y os pido que hagáis lo mismo.
Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo @ yahoo . es (trigrupo arroba yahoo punto es).
Última edición por Alexandre Xavier el 20 Jul 2016, 12:59, editado 1 vez en total.
Princesa Limón
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Re: Elogio de la escritura permanente.

Mensaje por Princesa Limón »

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