Diego Gómez escribió:Mucha libertad, pero luego se alega que es buena la falta de respeto hacia los demás. Sin respeto no hay libertad hacia los demás. Pues la libertad no es un hacer lo que me dé la gana, la libertad es una posición hacia los demás, no hacia uno mismo, que empieza con el respeto hacia los demás.
Reiterando que los argumentos no hacen a nadie, es decir, los argumentos no tienen porque ser respetables, pero eso no quiere decir que no se respete a quien los presenta, pues son siempre diferentes la persona que presenta unos argumentos que los argumentos que presenta, los argumentos si tienen valor, o no, lo tienen por ellos mismos independientemente de la persona que los presente.
Por otra parte se alega libertad, pero luego se alega que hay que imponer una bajada de la población, ¿cómo se consigue ésto haciéndolo compatible con la libertad de los demás?
Si igualmente parece que se está en contra de medidas anticonceptivas, como se casa conseguir una bajada de la población, y otra vez como se casa todo ésto desde un discurso que no para de hablar de la libertad.
Es fácil hablar de la libertad en un sentido abstracto o sin ser plenamente consciente de qué concepto estamos hablando.
Como ya he expuesto muchas veces, en toda relación entre humanos, en todo sociedad, los humanos nos tratamos con dos estadios, uno sobre aquellos comportamientos que compartamos o no compartamos entendemos que son decisiones morales libres de cada cual y que por lo tanto no vamos a custodiar, ni vigilar, ni tutorial, ni sancionar, ni castigar, ni penalizar, ni corregir, ni intervenir; y otro sobre aquellos comportamientos que entendemos que son atentados contra lo que consideramos deben ser comportamientos libres y que por lo tanto debemos intervenir, corregir, penalizar, castigar, sancionar, tutorizar, vigilar, custodiar.
El tema es que este tema es muy complejo, en donde hay muchas formas diferentes de pensar, hay quienes consideran que sus comportamientos no son atentados contra la libertad (no se penaliza ningún comportamiento) mientras los demás si consideran que se está atentando contra una libertad y que por lo tanto hay que corregir (sancionar, penalizar, ...) ese atentado.
Por ejemplo si una persona rompe una relación sentimental sexual con otra, puede ser que está otra se sienta penalizada o que se atenta su libertad y decida entonces responder atentando contra ese atentado (y piense además que su atentado no es un atentado, sino otra decisión libre); cuando los demás consideran que romper una relación es una decisión moral libre y que no se puede atentar contra ella, y considere que no es un acto libre lo que considera es un atentado contra una libertad.
Por eso estos dos aspectos que se dan en toda relación entre humanos, tratos entre humanos (es como describir relaciones gravitatorias de muchos cuerpos diferentes, todos afectándose entre ellos) se dan desde muchas formas de relación entre humanos; no es sólo cuestión de las leyes institucionales de una jurisdicción o sociedad que consideran que se puede permitir o no se puede permitir (para proteger la libertad de los demás, y con ella la propia), es igualmente las relaciones que se dan en todo trato personal con otro.
Es imposible en un mundo social, que no haya tratos o relaciones entre humanos, en donde no haya formas legales de trato; alegar a que no haya intromisiones sociales desde los demás hacia los tratos entre personas, es alegar a que se imponga la ley del más fuerte (militarismos, mafias, crimines organizados, corporativismos no estatales que van ocupar el lugar del estado), en donde igualmente se va establecer desde las mismas relaciones o tratos entre humanos diferentes posiciones sobre la libertad de los humanos; y otra vez se alegará cuando se esté de forma sibilina atentado contra libertades que no son atentados contra ella, sino meras formas morales entre seres libres (cuando realmente no son libres, porque estarán siendo claramente penalizados o sancionados, mientras se intentan pasar por relaciones morales de libertad).
Para que se vea el caso voy precisamente a exagerar en casos particulares, el tema o debate no está en estos casos particulares, sino en comprender el argumento general, para a partir de ahí poder tratar cada caso particular. ¿Es realmente libre una persona para vestir como quiera si ello le afecta a conseguir un trabajo; es realmente libre una persona si tiene que usar el despertador para poder trabajar? ¿Es realmente libre una persona si alguien no le quiere vender el pan por su sexualidad? ¿Es realmente libre una persona si alguien no le quiere contratar porque está gordo?
Como digo es fácil hablar de libertad sin entrar en casos concretos, en donde hay que enfrentar si un comportamiento está dentro de una mera moralidad entre libertades (se compartan o no se compartan) o si un comportamiento está dentro de una injusticia, un atentado contra la libertad, en donde entonces para defender una libertad hay que entonces no considerar el otro acto como una libertad sino como una injusticia o maltrato o atentado contra la libertad y entonces poder intervenir, custodiar, vigilar, castigar, sancionar, penalizar, corregir, para proteger precisamente lo que se considera debe de ser libertad (moralidad libre, decisiones libres, se compartan o no se compartan).
No olvidar que si se penaliza a un juez por el hecho de ser juez, entonces el penalizador igualmente se tendría que imponer esa misma pena, porque está actuando como juez.
Hay exposiciones y pensamientos discursos del lenguaje que son incoherentes, y nunca saldrán de la incoherencia porque son incoherentes, lo que puede cambiar es que se cataloguen correctamente como incoherentes.
Empezaré mi respuesta por lo más fácil.
El caso, Diego Gómez, es que
ya por segunda vez, metes contra mí la falacia del hombre de paja. No penalizo en sentido estricto (o sea, con sanción criminal propia, con pena privativa de libertad) a nadie por el mero hecho de que sea o haya sido juez. Sí que estoy a favor de penalizar
políticamente a los jueces y fiscales españoles, quitándoles sus cargos y sus sueldos por votación popular. No tienen mi confianza política, así que voto por echarlos. Esto ya lo he dicho, así que ponte las pilas y deja de acusarme por lo que nunca he dicho y que no pienso. Para condenar a un juez
por lo penal, primero hay que demostrar que prevaricó en sentido estricto, que condenó a un acusado sin pruebas de su culpabilidad. En fin, no me extrañaría nada que volvieras a acusarme con tu tranganillo de que
acuso y condeno a los jueces por el mero hecho de ser jueces. Pero, en tal caso, te enfrentarás a la clásica pregunta: ¿eres tonto o te lo haces? Avisado quedas.
Sigo un poco en el mismo sentido, aunque en un tema diferente.
Dices, Diego Gómez (Dosyogoro) que
parece que estoy en contra de medidas anticonceptivas. ¡Nueva falacia del hombre de paja! Señores: es de cajón que yo y todos los antipoblacionistas con dos dedos de frente estamos muy a favor de los anticonceptivos. Es que, si no lo estuviéramos, seríamos tontos del bote...
Ahora entraré en un asunto muy diferente; un asunto que no es la falacia del hombre de paja ni un error inocente al interpretarme. Se trata, en cambio, del serio tema de la conexión entre lo que se dice, lo que se piensa y lo que se hace.
Dices, Diego Gómez que
los argumentos no hacen a nadie. ¡Pues te equivocas de medio a medio! Lo pondré con un ejemplo de los que hacen mojarse a quien pone tales ejemplos; pues los arqueoindividualistas, repito, nos mojamos en los temas conflictivos, en vez de discutir insulsamente sobre el sexo de los ángeles.
No existe una dosis segura al beber alcohol etílico.
La única copa segura de bebida alcohólica es la que no se bebe. Si alguien, en biología humana, sigue diciendo que quizás haya consumos de alcohol sin riesgos para la salud a largo plazo, ése está en la misma situación de un terraplanista en geología y cosmología.
Un terraplanista, hoy, o es tonto, o se hace el tonto. Sencillamente, no se puede ser terraplanista de buena fe en la actualidad. La tierra es (aproximadamente) esférica, y eso no es una mera opinión, sino la verdad.
Y un vinatero, cosechero, destilero, bodeguero, cervecero, vendedor de bebidas alcohólicas en general, etcétera, que nos suelte que el consumo de vino, cerveza, coñac, aguardiente, vodca, etcétera, puede ser saludable con moderación, o es tonto o se hace el tonto. ¿Qué pasa, en realidad? Que se hace el tonto para mantener y acrecentar su negocio.
Un profesional de la venta de bebidas alcohólicas no merece respeto alguno cuando pregona la bondad salutífera del veneno que está ofreciendo con ánimo de lucro. Sabe de sobra que sus propias alegaciones son falsas. Lo mismo vale para quien produce o vende cocaína, heroína, tabaco, fentanilo o cualquier otra droga dura.
En este mundo hay gente que no es respetable, debido a que suelta unas argumentaciones que desvelan la corrupción de quien las emite.
Históricamente, Torquemada no era respetable,
debido a las opiniones que este siniestro inquisidor tenía sobre los herejes y las brujas. Opiniones que, cómo no, llevaba rápida y
ardientemente a la práctica.
Lo que pretende al final Diego Gómez es desvincular radicalmente la conducta no verbal de la gente de su conducta verbal; desvincular
por completo lo que la gente dice de lo que la gente hace y de lo que la gente es. Y eso, claro, es un gran desatino. Lo que la gente dice y piensa nos indica mucho sobre lo que la gente hace y sobre lo que la gente
es. Estoy rozando la perogrullada al soltar todo esto.
Bastante más interesante es, en cambio, la reflexión que hace Diego Gómez aquí sobre lo difícil que es hablar de libertad cuando se entra en casos concretos. ¡Mucho acierta Diego Gómez al hacer tal observación!
Hale: a mojarse, como con tesón hacemos los arqueoindividualistas una y otra vez.
Las teorías individualistas ingenuas sobre la libertad (y os lo digo yo, un individualista radical) han adolecido hasta hoy de negar o minusvalorar el
efecto de campo. El ejemplo de los siete hijos nos lo aclarará fácilmente.
Puesto que el hombre no es un pez ni un pájaro, no puede vivir en el mar ni surcando los aires. De ahí que todos los hombres vivan en
islas, desde la pequeñísima isla que es Rapanúi o Isla de Pascua hasta la isla enorme que es Eurasiáfrica. Ambas islas están rodeadas de mar, aunque físicamente dividamos a la segunda en dos continentes (África y Eurasia) y por complejas razones históricas, culturales, políticas y económicas dividamos ulteriormente a Eurasia en dos continentes, Europa y Asia.
En la Isla de Pascua, que una pareja tenga siete hijos se percibe de inmediato como un asunto no meramente privado de esa pareja. Pues el suelo habitable es tan limitado que, de inmediato, se plantea el problema de dónde alojar ahora y en el futuro a tal numerosa prole. Mas en una zona poco poblada de Eurasiáfrica, pongamos por ejemplo la zona central de Siberia, a caballo entre Rusia, Mongolia y China, la bajísima densidad demográfica hace, en la práctica, que se pueda considerar un asunto privado la prole de siete hijos por pareja. El problema ahí no es que tengan espacio, pues lo hay de sobra. El problema es que no se mueran de frío. La natalidad total va a seguir siendo muy baja, sencillamente porque en un territorio tan frío y seco la gente no quiere vivir.
O sea: el
efecto de campo demográfico es minúsculo y negligible ante el mismo hecho (siete hijos por pareja) en Siberia Central, mas no en la Isla de Pascua... islita a miles de quilómetros de cualquier masa grande de tierra emergida sobre el mar.
Abordemos pues, bajo esta inusitada perspectiva, la jugosa pregunta de Diego Gómez: ¿Es realmente libre un fulano si alguien no lo quiere contratar porque está gordo? Bueno: los feos sabemos, y los gordos saben, que nuestras repelentes figuras nos ponen grandes vetos a la hora de ser contratados para un trabajo remunerado.
Ahora bien, lo que no concibe claramente Diego Gómez, taxista en la vida física extrainternética, es que el rollo del trabajo remunerado como regla obligada de vida no es de ninguna manera un hecho biológico innato,
sino una construcción histórica cultural relativa, que tuvo un principio en la Historia humana, y que debería desaparecer en una sociedad realmente justa y libre.
Y eso está íntimamente conectado con la superpoblación. A la larga, esas parejas con un montón de hijos por pareja provocan un importante efecto de campo, incluso en Eurasiáfrica.
¿Libertad? Libertad, en este sentido, era lo que disfrutaban los siberianos que, a finales del paleolítico y principios del neolítico (entre veinte mil y siete mil años atrás) cruzaron a pie o en ligeras y pequeñas embarcaciones el estrecho de Bering, pasando a Alaska y, de ahí, a toda América. Este continente estaba deshabitado, así que no había policía de fronteras, ni aduanas, ni vallas, ni cercas, ni murallas, ni puertas guardadas con cerrojo. Se establecieron donde prefirieron hacerlo. No padecían patrias, Estados ni fronteras. Ni impuestos, ni abogados, ni banqueros, ni (en general) políticos embaucadores con importante poder.
Hoy todo está pillado y repartido. Las zonas del planeta con buen clima para vivir, y libres de graves inconvenientes como la malaria endémica, el vulcanismo, los terremotos, los minerales venenosos o radiactivos para el agua y el aire, etcétera... están todas habitadas y densamente.
Los demasiados hombres reducen muchísimo la libertad de cada hombre.
Así que cierro este mensaje con una frase que, no por repetida y ultrapolémica en mi boca, deja de tener una importante dosis de verdad.
Si queremos ser razonablemente libres, ricos todos simultáneamente y no padecer esa abominación que es el trabajo remunerado... tenemos que ser muy pocos sobre este planeta.
Si alguno de vosotros conoce otra solución, que la diga...
Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo @ yahoo . es (trigrupo arroba yahoo punto es). La imagen del avatar gráfico es una fotografía que me identifica realmente, no retocada, tomada en septiembre del año 2017.