Pájaro Saltarín escribió:y me explicarias lo de revolucionario de derechas? en modo barrio sésamo, si puede ser, porque no lo consigo entender
Pues no se puede explicar en plan de
Barrio Sésamo, esa popular serie educativa infantil de televisión. Porque hay cuestiones profundas y conflictivas detrás. De ahí que en la serie televisiva que citas no aparezcan, por ejemplo, los conflictos típicos entre solidaridad humana y competencia insolidaria para hacerse con una buena parte de las ventas a costa de otros competidores.
Lo que sí se puede hacer es, justamente, lo que se hace en Barrio Sésamo: empezar apuntando estas cuestiones, aunque sea de modo metafórico y juguetón, para que luego el ya adulto reflexione de modo menos metafórico, más literal y material, sobre lo que hay detrás de la convivencia y de la frecuente gran dificultad (incluso imposibilidad) de resolver los conflictos inherentes a ella.
Ya que este hilo, en principio, implica que sus participantes dominan el sistema operativo Linux, pondré un ejemplo típico de algo que, en Linux, no es precisamente algo soluble en plan de
Barrio Sésamo y, a continuación,
empezaré la difícil, larga y compleja respuesta a tu pregunta, o sea
quién es un revolucionario de derechas.
Hasta hoy, instalar Linux en un ordenador personal conservando la instalación preexistente de Windows, es una tarea difícil, compleja... y peligrosa para los datos. Si Dosyogoro, gran forofo de Linux en el foro Sofos Ágora, lee esto y protesta... pues que lea lo que sigue.
Linux tiene, sí, cargadores de sistema operativo que siempre respetan a Windows cuando ya está instalado. El problema ocurre cuando, o bien el cargador falla y no es posible arrancar Windows, o bien el cargador funciona cómodamente, pero lo que falla es Linux y el usuario decide desinstalar Linux. En ambos casos (y también si el usuario desinstala Linux simplemente porque ya no le interesa) va a pasar frecuentemente
que Windows no arranca, porque el cargador propio de Windows ha sido destruido. Los lamentos por esta situación son frecuentes en los foros linuxeros.
¿Hay soluciones a este problema? Las hay y muy buenas, pero no serán precisamente los linuxeros ordinarios quienes nos las den. Sabiendo mucha informática, sabiendo cómo funcionan Windows, Linux, y el sector de arranque de los ordenadores personales modernos (con diez años de antigüedad o menos) podemos perfectamente instalar un cargador de sistemas operativos
dentro de Windows y, en ese cargador, añadir una entrada como
nuevo sistema operativo que se a instalar, entrada que, lógicamente, luego renombraremos como
LinuxA continuación metemos el típico disco compacto para instalar la versión deseada de Linux, realizamos el proceso de instalación (que puede durar minutos, horas e incluso meses) y, al final, ya tenemos un Linux que arranca desde el sector de inicio de Windows; por tanto, con el cargador propio de Linux desactivado, sin posibilidad de que ese cargador destruya el arranque de Windows. La instalación de Linux no interfiere con el sistema de archivos de Windows, así que simplemente borrando el sector del disco duro donde hayamos instalado Linux y eliminando luego la entrada ya vacía, quitaríamos Linux sin problemas en cualquier momento, conservando Windows como antes. Y este sistema de instalación tiene otras ventajas, como aprovechar un Linux instalado con anterioridad en el mismo ordenador u otro, pues simplemente copiando los archivos de datos al disco duro del ordenador, creando una entrada que se llame
Linux en el cargador de sistemas operativos, y, en esa entrada, asignando a la línea
sector de inicio el sector de inicio con los datos de la anterior instalación de Linux (generalmente unos pocos ficheros, y uno de ellos de gran tamaño)... ya tenemos instalado en pocos segundos Linux.
A todo esto hay que añadir el largo trabajo de pulido, pruebas, complementos, etcétera, que hace falta para usar Linux en plan profesional y potente a largo plazo, como hago aquí con la versión llamada
LinuXP, la cual es intuitivamente visual a golpe de teclado y ratón como en Windows, y dispone de procesadores de textos en los que el trabajo se guarda continuamente aunque el escritor se olvide de hacer manualmente el guardado antes de salir del procesador de textos que esté usando.
Todo esto va bastante más lejos de una clase inicial sobre Linux en plan
Barrio Sésamo, ¿verdad? Pues, ya que hoy por hoy Linux está acabado mediocremente (o mal) en sus versiones de escritorio para ordenador personal hay que profundizar tanto, si lo que se quiere es tener unos resultados potentes, seguros y estables. Un usuario medio de Linux no lo puede hacer; tendrá que recurrir a los servicios, gratuitos o pagados, de un informático. Si ahora te estoy escribiendo en Linux, cómodamente, desde
FocusWriter, eso se debe a que soy un usuario avanzado, incluso a veces con operaciones propias de un nivel medio de informático profesional.
Ilustrada queda la diferencia de este asunto con la aparente facilidad de
Barrio Sésamo. Así que pasaré a explicarte, de modo inicial, qué es un revolucionario de derechas.
Seguro que quieres ser feliz.
Parece el título de un libro de autoayuda y superación escrito por Paulo Coelho (pronunciación: Paulo Coello) Jorge Bucay, Ramiro Calle o alguno de los muchos profesionales para este tipo de literatura.
Ahora bien, más allá de la superficialidad, la hipocresía y el escapismo tan frecuentes en la
literatura de autoayuda y superación... seguro que quieres ser feliz, ¿no? ¿O me vas a decir que prefieres ser un desgraciado? ¿O me vas a soltar que tanto te da ser feliz como ser infeliz? ¡No mientas, hombre, que se te da muy mal, y reconoce honradamente que
quieres ser muy feliz!
Ahí está, pues, el punto verdadero de partida para el blanco y el negro, el fascista y el comunista, el capitalista y el marxista, el viejo y el joven, el hombre y la mujer, el demócrata y el dictador, el funcionario de aduanas y el contrabandista de chocolate, el que habla gallego y el que habla castellano. ¡Todos quieren ser felices, a ninguno lo deja indiferente esa tentadora posibilidad!
Y ahí, precisamente, empieza la propuesta filosófica de la revolución de derechas, hoy presentada, en su modo más explícito y sistemático, por la escuela de filosofía fundada formalmente el año 2014, y que conocemos (entre sus muchos sinónimos) como
arqueoindividualismo.
Si aquí nos concedes, a los revolucionarios de derechas, el beneficio de la duda, si supones inicialmente que somos honrados y que no intentamos tomarte el pelo, porque somos sinceros, tu objeción será que la revolución auténtica es un cambio radical en nuestro sistema de cosas y que, por tanto, la revolución es siempre un asunto de izquierdas.
Los revolucionarios de derechas te diremos que la premisa, o sea, que
la revolución auténtica es un cambio radical en nuestro sistema de cosas es verdadera, mas que la conclusión, o sea,
la revolución es siempre un asunto de izquierdas... no lo es.
¿Y por qué? Porque, lógicamente, el fin último de la revolución
es la felicidad. Nadie en su sano juicio se tomaría el ímprobo trabajo de hacer la revolución para ser más desgraciado que antes, ni para ser, poco más o menos, tan feliz como antes. No;
la revolución se hace para ser mucho más feliz que antes. Esto lo entienden el revolucionario de derechas y el revolucionario de izquierdas.
Pero la izquierda clásica dice que no sabemos nada de cómo serán las cosas tras una buena revolución. Y se equivoca mucho.
Al grano: si hacemos bien la revolución, codo a codo los honrados revolucionarios de izquierdas (a los que no desprecio, sino que colaboro con ellos) y nosotros los revolucionarios de derechas, obtendremos un estado social e individual de cosas en el que seremos mucho más felices. Y, entonces, ¿cómo sabremos que somos mucho más felices que antes? Pues, naturalmente, porque
en un pasado muy remoto, quizás ya olvidado total o parcialmente, fuimos muy felices, mucho más que ahora, y al hacer la revolución recuperamos esa felicidad, reconociéndola y acordándonos de ella, porque ya estuvimos allí, en ese estado; en eso que, más que un lugar espaciotemporal, es un estado del alma
De todo esto extraigo los tres principios básicos de la revolución de derechas.
1) Sin tradición no hay revolución.
2) La verdadera revolución siempre se basa en la tradición.
3) La buena revolución es el cumplimiento de lo mejor de la tradición, incluyendo las reformas necesarias en la tradición y el rechazo de los puntos inaceptables en la tradición. De este modo la revolución nos lleva a la felicidad física y metafísica. Esa felicidad es el recuerdo y la reintegración del nivel supremo y bendito de conciencia que una vez tuvo el yo. Por eso la revolución, lejos de menospreciar el pasado, lo reivindica; sobre todo, reivindica al pasado metafísico, al estado anterior a la limitación espaciotemporal, biológica y social en la que se encuentra aprisionado el yo cuando se manifiesta bajo forma humana.
Ahora es tu turno. Pregúntame todo lo que quieras saber. Recuerda, por otra parte, que tienes abundante y creciente información sobre el arqueoindividualismo y la revolución de derechas; para empezar, en los mensajes enviados por otros o por mí al foro internético Sofos Ágora.
Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo @ yahoo . es (trigrupo arroba yahoo punto es). La imagen del avatar gráfico es una fotografía que me identifica realmente, no retocada, tomada en septiembre del año 2017.