terracota escribió:En cuanto a lo de "credibilidad", con ello me refiero a la calidad de los argumentos. La confiabilidad que me ofrecen. No en cuanto a lo que tengan de verdad o de mentira, sino en cuanto a lo bien estructurados que están.
Bueno, convengamos que un argumento puede estar perfectamente estructurado, ser muy creible, y ser al mismo tiempo falso o engañoso. "Calidad",
¿es sinónimo de convencimiento o de veracidad? Eso dependerá del
objetivo de la discución: Llegar a la verdad o ganarla.
Voy a usar a modo de ejemplo a Mariano Grondona, un periodista con una gran trayectoria, y profesor de varias materias relacioandas a las ciencias políticas en la UBA (Universidad de Buenos Aires) e incluso en Harvard. Simpatizante de la derecha liberal, a veces ataca abiertamente a la izquierda, pero a veces también lo hace con elogios. No es facil decirle a alguien que es un inutil diciendolé al mismo tiempo que es bueno, pero de todas formas se puede:
De ésta forma, se camufla una opinión (los socialistas están equivocados, los liberales tienen la razón) pero haciendo el trayecto contrario: Se describe a los izquierdistas como buenos, puros, nobles... pero soñadores, idealistas: están equivocados. Y a los derechistas como malos, corrompidos, no muy simpáticos... pero con los pies en la tierra, ellos tienen razón.
El televidente podría llegar a interpretar que el interlocutor pertenece al grupo de los pobres izquierdistas y se solidariza con ellos... Pero nada más alejado de la realidad, es simplemente una técnica para ganarse la simpatía del espectador de izquierda, y transmitirle el siguiente mensaje: "Sé que sos bueno y te apoyo, pero estás equivocado y la derecha está en lo correcto".
El tipo es un sofista. Sabe bastante de filosofía, de retórica, de política. Tiene muchos diplomas, ha trabajado en las universidades más prestigiosas del mundo.
Es creible, su forma de expresarse (más allá de su ortografía que obviamente será buena, la forma en que arma su discurso) es creible. Apoyó las dictaduras en éste país, y en paises vecinos. Pero como ahora estamos en democracia, encuentra las formas de decir de manera
suave su opinión.
A veces el objetivo de una discución no es llegar a la verdad, y el objetivo de los argumentos no son hechar luz sino simplemente "ganar". En general, el político cuándo hace campaña y discute, debate con otros políticos defendiendo su partido y su postura, no busca la verdad sino ganar la razón convenciendo a la mayoría. El ya ha definido su verdad antes -puertas adentro y con los suyos-, ahora toca defenderla y destruir la verdad del otro, del de enfrente.
Por eso, cuándo dices que con credibilidad entiendes que se trata de argumentos de calidad, tengo que volver a preguntar, ¿Qué es "calidad"? ¿Argumentos que resulten convincentes, que logren el apoyo de la mayoría a una determinada postura? ¿Argumentos que resulten verdaderos, aunque no le gusten a todos? Aquí también nos encontramos nuevamente con la ética. Las discuciones, ¿deben servir para llegar a una verdad superior, o son un método para conseguir beneficios donde dos discuten y el que mejor maneja el arte de la retórica gana?
Como dijo un antiguo filósofo griego, a veces se trata de convertir el argumento más debil en el más fuerte. Cuándo un cliente contrata un abogado, al abogado no se le paga para llegar a la verdad, sino para defender a una persona. La verdad no importa, lo que importa es convencer al jurado de que la verdad del cliente es LA verdad. Si el abogado lo logra, será creible, será un bueno, en su ámbito, en su oficio.
Si a eso nos referimos con credibilidad, entonces si, coincido en que una buena ortografía, gramática, capacidad de expresión nos hace más creibles.
Pero no más verdaderos, no más sabios, no más honestos. Lo que sucede es que la palabra "credibilidad" no nos habla sobre la realidad, nos habla sobre lo que creemos que es la realidad. Nos habla de confianza, de fe (no fe religiosa, sino fe como creer en alguien). Y efectivamente, quién mejor maneje el discurso, más persuasivo será y más fe cosechará por parte de los demás, y para eso es necesario escribir bien (tanto en ortografía, como en estructura). Y hablar bien si tratamos de hacerlo oralmente.